Jan Koum nació en Kiev, Ucrania, en 1976, en una familia judía que enfrentaba pobreza y antisemitismo durante los años setenta. Las restricciones de libertad de expresión y la opresión marcaban su entorno, forjando en él un interés profundo por la privacidad y la comunicación sin censura.
A los 16 años emigró a Estados Unidos junto a su madre y su abuela, dejando atrás a su padre, quien falleció de cáncer años después sin haber podido reunirse con ellos. En Estados Unidos, Koum y su familia dependieron de ayudas estatales, vivieron en viviendas públicas y se alimentaron con cupones de comida. Él comenzó a trabajar limpiando pisos, mientras su madre cuidaba niños.
Determinante en su historia fue su aprendizaje autodidacta en programación. Compraba manuales de segunda mano y se introdujo en la cultura hacker de finales de los noventa, cuando las medidas de seguridad eran prácticamente inexistentes y la curiosidad tecnológica definía a toda una generación. Aunque se ha especulado sobre su participación en actividades ilegales, Koum siempre sostuvo que su interés era puramente informativo y comunicativo.
Yahoo y el germen de la independencia creativa
En 1997, aprovechando sus conocimientos de seguridad, Koum ingresó como becario al área de infraestructura de Ernst & Young. Un año después conoció a David Filo, cofundador de Yahoo, quien le ofreció un puesto como ingeniero en Yahoo. Durante nueve años, Koum trabajó allí, donde también conoció a Brian Acton, con quien más tarde cofundaría WhatsApp.
La cultura interna de Yahoo, centrada en la publicidad más que en la innovación tecnológica, les generó frustración. Este entorno alimentó en ambos el deseo de crear un producto que priorizara la experiencia del usuario por encima del beneficio publicitario.
En 2007, ambos renunciaron a Yahoo, aplicaron a puestos en Facebook y fueron rechazados. Aprovecharon el momento para viajar como mochileros por América Latina, donde comenzaron a gestar la idea de un sistema de comunicación global más directo y accesible. Las dificultades para enviar mensajes internacionales, especialmente con los códigos de país, y las complicaciones de servicios como BBM alimentaron su visión.
El nacimiento de WhatsApp y la primera genialidad técnica
En 2009, tras regresar de su viaje y coincidiendo con el lanzamiento de la App Store, Koum adquirió un iPhone y comenzó a explorar sus posibilidades técnicas. Descubrió una vulnerabilidad que permitía acceder a la lista de contactos sin permisos adicionales, una funcionalidad que simplificaría radicalmente la adopción de una aplicación de mensajería. Esta decisión eliminó la necesidad de invitar manualmente a contactos, lo que aceleró el crecimiento orgánico.
Contrario a lo que se piensa, WhatsApp no comenzó como un servicio de mensajería, sino como una aplicación para actualizar el estatus personal. La idea era mantener a los contactos informados de lo que uno estaba haciendo, similar a un microblog. Sin embargo, la implementación de las notificaciones push transformó la aplicación en un sistema para enviar mensajes en tiempo real, consolidando su identidad actual.
Financiación inicial y el rechazo a la publicidad
Con una inversión inicial de $250,000 de antiguos compañeros de Yahoo y el fuerte principio de no aceptar publicidad, WhatsApp avanzó rápidamente. Para controlar el crecimiento desmedido y garantizar ingresos, se decidió cobrar un dólar anual por el uso del servicio. Esta estrategia buscaba alejar a usuarios poco comprometidos y reforzar la sostenibilidad del modelo.
En 2011, Sequoia Capital invirtió $8 millones y, posteriormente, otros $50 millones. La empresa ya era rentable y exhibía un flujo de caja robusto, a tal punto que Koum y Acton mostraron a los inversionistas un saldo bancario intacto como prueba de su autosuficiencia. Este momento reflejaba su fidelidad a la filosofía original: crear un producto funcional y ético, alejado de las prácticas invasivas de la publicidad online.
La venta histórica a Facebook y el inicio de la discordia
En 2014, Facebook adquirió WhatsApp por $19,000 millones, cifra que aumentó a $22,000 millones con la apreciación de las acciones. La negociación incluyó un acuerdo para mantener la independencia operativa y preservar la privacidad de los usuarios, condiciones esenciales para Koum y Acton. La compra otorgó a Koum un asiento en la junta directiva de Facebook, un honor reservado para pocos.
Pese al compromiso inicial, la relación comenzó a deteriorarse cuando Facebook introdujo cambios en la política de privacidad. En 2016, se anunció la vinculación de cuentas de WhatsApp con Facebook para mejorar la personalización de anuncios y refinar el conteo de usuarios únicos. A partir de ese momento, la tensión entre los fundadores y Facebook creció hasta convertirse en una confrontación abierta.
Salidas abruptas y el choque de principios
La resistencia de los fundadores alcanzó su punto máximo entre 2017 y 2018. Acton salió primero en 2017, renunciando a $850 millones en acciones pendientes de consolidar. En declaraciones públicas, reconoció haber “vendido la privacidad de sus usuarios a Facebook” y afirmó que debería cargar con esa culpa de por vida. Posteriormente, destinó $50 millones a Signal, una aplicación de mensajería sin fines de lucro centrada en la privacidad absoluta.
Koum siguió el mismo camino en 2018, abandonando también su lugar en la junta directiva. Se despidió del mundo tecnológico con un tono irónico, anunciando que se dedicaría a coleccionar autos Porsche y jugar ultimate frisbee, alejándose completamente de las dinámicas corporativas que tanto había criticado.
La evolución de la política de privacidad
En 2021, WhatsApp anunció nuevas condiciones: las conversaciones con negocios serían utilizadas para compartir datos con Facebook con fines publicitarios, y la opción de rechazar el intercambio de metadata se eliminó. La reacción del público fue inmediata, aunque confusa. Muchos creyeron, erróneamente, que la aplicación leería sus mensajes privados. La campaña de aclaración de WhatsApp fue prolongada y diseñada para calmar los ánimos hasta que la polémica se apagara.
Aunque la empresa perdió un 17% de usuarios temporalmente, la mayoría regresó. La dependencia social de la aplicación había alcanzado tal magnitud que abandonar el servicio resultaba prácticamente inviable para millones de personas.
Los desafíos regulatorios en India y la defensa del cifrado
India, con más de 500 millones de usuarios de WhatsApp, se convirtió en el principal escenario de debate. El gobierno exigió conocer el origen de los mensajes reenviados para combatir fake news y movimientos antigubernamentales. Facebook, sin embargo, defendió su política de cifrado de extremo a extremo, afirmando que sacrificar la privacidad global por las exigencias de un solo país era inaceptable.
La compañía incluso llegó a amenazar con abandonar el mercado indio, lo que subraya la importancia estratégica y simbólica de la privacidad para su modelo de negocio.
El futuro económico: entre la monetización y la intimidad
WhatsApp pasó de un modelo de cobro directo a explotar su potencial con WhatsApp Business, que cobra a empresas por interactuar con clientes. Se estima que genera entre $1,000 y $10,000 millones anuales. La aplicación se ha convertido en un canal esencial para negocios en América Latina: el 80% de las empresas lo usan como principal medio de contacto y su tasa de apertura ronda el 70%.
A pesar de la promesa de no leer mensajes privados, la interacción con empresas abre una puerta valiosa para la personalización publicitaria. WhatsApp Business no está encriptado de extremo a extremo, lo que permite usar esta información para segmentar mejor los anuncios en el ecosistema Meta. La apuesta es clara: convertir WhatsApp en un puente íntimo y directo entre marcas y consumidores, sin sacrificar la sensación de cercanía.
Un legado contradictorio y la consolidación final
WhatsApp simboliza el triunfo de la simplicidad y la utilidad sobre la saturación tecnológica. Aunque ha sido criticada por sus limitados cambios técnicos a lo largo de los años, su permanencia como canal de comunicación global demuestra la eficacia de su diseño inicial. Sin embargo, la transformación de sus principios fundacionales en manos de Meta deja un legado ambivalente: de bastión de la privacidad a engranaje central en una maquinaria de datos.
Así, WhatsApp sigue evolucionando, sosteniéndose como la aplicación más influyente del mundo, mientras su historia sigue siendo un ejemplo fascinante de cómo los ideales pueden transformarse bajo el peso de la ambición corporativa.

10 consejos de negocio de la historia de WhatsApp
- Aprovechar la adversidad como motor creativo
Convertir momentos difíciles en oportunidades para crecer y reinventarse. La historia de Jan Koum demuestra que las circunstancias más duras pueden inspirar soluciones innovadoras y cimentar la visión de un negocio. - Priorizar la experiencia del usuario antes que la monetización
Concentrarse en resolver problemas reales y ofrecer valor genuino antes de buscar ingresos inmediatos. Esta filosofía permite construir relaciones duraderas y diferenciarse en mercados saturados. - Mantener principios firmes incluso ante grandes ofertas
Respetar valores fundamentales, aunque implique rechazar beneficios económicos inmediatos. La coherencia fortalece la reputación y consolida la identidad de la empresa frente a socios e inversionistas. - Confiar en la simplicidad como ventaja competitiva
Desarrollar productos intuitivos y fáciles de usar, evitando la sobrecarga de funciones. La simplicidad favorece la adopción masiva y ayuda a construir una base de usuarios fieles. - Apostar por el crecimiento orgánico
Permitir que el producto se difunda de manera natural a través de la recomendación y la satisfacción de los usuarios. Este tipo de crecimiento refuerza la confianza y reduce la dependencia de estrategias agresivas de marketing. - Valorar la privacidad y construir confianza desde el inicio
Proteger los datos de los usuarios y transparentar el manejo de la información fortalece el vínculo con el público. La confianza se convierte en un activo clave para la sostenibilidad a largo plazo. - Adaptar el producto a necesidades locales
Escuchar y entender los contextos culturales de cada mercado potencia la relevancia global. La flexibilidad para adaptarse abre puertas en países y regiones diversas. - Usar inversiones estratégicas sin perder el control
Aprovechar el capital externo para acelerar el crecimiento, sin ceder la independencia operativa. Mantener el control asegura que la visión original no se vea comprometida por intereses ajenos. - Crear modelos sostenibles antes de escalar
Consolidar una base financiera sólida y un flujo constante de ingresos antes de buscar una expansión agresiva. Un modelo estable evita vulnerabilidades y prepara al negocio para cambios imprevistos. - Anticiparse a conflictos éticos y regulatorios
Prever posibles tensiones con gobiernos y usuarios, y desarrollar estrategias para enfrentarlas sin sacrificar principios fundamentales. Estar preparado permite mantener la coherencia y proteger la misión del producto.