Samsung domina la economía surcoreana

El inicio de Samsung es mucho más modesto de lo que la mayoría de las personas podría imaginar considerando el gigante en el que se ha convertido. En 1938, Lee Byung-chul fundó Samsung como una tienda de comestibles en Corea, dedicada a vender fideos y otros productos básicos.

Desde el principio, la visión de Lee no era simplemente comercial: él pertenecía a la clase yangban, la nobleza coreana encargada de mantener los estándares culturales y sociales de la dinastía Joseon.

Este linaje privilegiado fue determinante ya que Lee no tuvo que empezar desde cero: contaba con riqueza heredada y una red de contactos que incluía terratenientes y políticos. Esta cercanía con el poder estatal definió el destino temprano de Samsung. Incluso antes de consolidar su emporio, la familia Lee ya estaba profundamente conectada con el gobierno, algo que más adelante se convertiría en una estrategia constante de supervivencia y crecimiento.

La huella de la ocupación japonesa

En 1910, Japón anexionó Corea con el objetivo de borrar su identidad cultural. Esto no solo cambió la historia de un país entero, sino que marcó el ADN empresarial de Samsung. Lee, buscando nuevas oportunidades, estudió en Tokio economía política, aunque abandonó la universidad tras tres años. Durante ese periodo ausente, se dedicó a administrar tierras familiares, consolidando su riqueza patrimonial.

Su primer gran fracaso llegó con un molino de arroz financiado con dinero familiar. Lee descubrió que la clave no era solo vender el inventario disponible, sino anticiparse al mercado: comprar cuando los precios bajaban y almacenar para vender en picos de precio.

Esta lógica de especulación temprana en commodities marcó el inicio de su mentalidad estratégica. Sin embargo, la guerra con Japón elevó los intereses y destruyó este proyecto, obligando a Lee a reinventarse.

La aparición de Samsung Trading Company

Después de la guerra, Lee viajó a China y allí nació la inspiración para la Samsung Trading Company. Inicialmente enfocada en exportar arroz a Japón, pronto comenzó a diversificarse. Su tienda física empezó a vender frutas, verduras y fideos, y lanzó la marca propia de noodles llamada “Star”, extremadamente popular.

Uno de los movimientos clave fue la adquisición de Shun Brewery, dedicada a bebidas alcohólicas, que no solo se vendían en tienda, sino que también se exportaban. Esta diversificación temprana mostró la visión de Lee: no limitarse a un solo sector, sino crear un conglomerado multifacético desde el principio, una estrategia que difería radicalmente de las empresas occidentales, mucho más especializadas.

La ocupación, la guerra y la resiliencia estratégica

Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial y la retirada japonesa, la península coreana se sumió en caos. Samsung fue percibida como una empresa colaboracionista, identificada con la cultura y los métodos japoneses. Las tropas norcoreanas, en su afán de erradicar símbolos extranjeros, saquearon por completo las instalaciones de Samsung en Seúl.

La reacción de Lee fue drástica: vendió todas sus tierras y posesiones para adquirir cinco camiones, donde subió a empleados y sus familias, huyendo hacia el sur. Se refugiaron en Daegu, donde se encontraba Shun Brewery, que repentinamente floreció vendiendo cerveza y alcohol a soldados y refugiados en plena guerra.

Una de las historias más increíbles es la del chofer que, tras esconder dinero en un molino de arroz, desapareció por un mes. Cuando reapareció, explicó que había tenido que alistarse en el ejército y, antes de partir, escondió el dinero para salvarlo. Este acto de lealtad fue decisivo para financiar el renacimiento de Samsung tras la guerra.

La expansión sin freno: del azúcar al acero

Una vez terminada la guerra, Lee aprovechó sus conexiones políticas para conseguir licencias de exportación exclusivas y créditos estatales. El nuevo presidente, amigo íntimo de la familia, facilitó el acceso a recursos estratégicos. Samsung entró en sectores como el azúcar (con la creación de Cheil Sugar Manufacturing), la lana, la banca, los seguros y las tiendas departamentales.

Fue también en esta etapa cuando se fundó la división de construcción que años más tarde edificaría el Burj Khalifa y las Torres Petronas. La lógica era sencilla: abarcar toda la economía y diversificar al máximo, sin restricciones. En apenas cuatro años, Samsung pasó de ser una comercializadora a convertirse en el conglomerado más grande del país.

Para 1960, Lee se consolidó como el hombre más rico de Corea del Sur, símbolo de la velocidad y agresividad con que Samsung se expandía, al mismo tiempo que reflejaba las profundas desigualdades que se gestaban.

La simbiosis con el poder político y las primeras caídas

En 1961, un nuevo golpe de Estado llevó al general Park Chung-hee al poder. Inicialmente opuesto a los grandes empresarios, Park terminó aceptando una parte de la fortuna de Lee a cambio de indulgencia. Este episodio ilustró la maestría de Lee en el arte del lobby y la adaptación política.

La influencia de Samsung llegó a tal punto que Lee compró un periódico y una universidad para controlar tanto la información como el talento. Así comenzó la “infiltración” en todos los aspectos de la sociedad surcoreana: medios, educación y redes de poder.

Durante esta etapa, Lee tuvo que entregar una planta de fertilizantes al gobierno para salvar a su hijo de la cárcel, quien había sido acusado de desviar recursos. Incluso existieron traiciones internas, como la de su hijo mayor, que reveló secretos familiares a cambio de poder. Los conflictos familiares y la astucia política tejieron una narrativa digna de una novela de espionaje y drama.

El nacimiento de los chaebol

Los chaebol (literalmente “clan de la riqueza”) nacieron como un sistema donde el gobierno entregaba industrias estratégicas a familias poderosas. Corea del Sur, devastada y pobre, necesitaba industrializarse rápidamente. Park Chung-hee ideó una estrategia: repartir cinco sectores clave —electrónica, construcción naval, maquinaria, petroquímica y metales— entre conglomerados selectos.

A cambio, el Estado proveería créditos baratos, subsidios y exclusividad, impidiendo la entrada de competidores extranjeros. En apenas dos décadas, el PIB del país pasó de 4,000 millones de dólares a 67,000 millones.

Sin embargo, el modelo exacerbó la desigualdad y el poder concentrado: el 60% del PIB quedó en manos de solo diez conglomerados. Los chaebol controlaban incluso medios de comunicación y universidades, dificultando cualquier forma de competencia justa o desarrollo de pequeñas empresas.

Samsung Electronics y la visión global

En 1969, Samsung Electronics se fundó como una rama del conglomerado general. Asociada inicialmente con la japonesa Sanyo, comenzó fabricando televisores en blanco y negro. Para finales de los setenta, Samsung lideraba la venta de televisores en Corea y expandía su línea a productos como lavadoras, aires acondicionados y calculadoras eléctricas.

La compra del 50% de Korea Semiconductor Company permitió a Samsung independizarse tecnológicamente, fabricando chips y componentes clave. Este paso crucial hacia la integración vertical dio origen a la fortaleza que hoy mantiene en semiconductores.

A mediados de los ochenta, Samsung comenzó a fabricar teléfonos y equipos de telecomunicaciones, sentando las bases de lo que sería su dominio en el mercado global de smartphones. Todo esto ocurrió bajo la visión firme de Lee Byung-chul, quien murió en 1987 dejando un legado dividido entre sus hijos para evitar acusaciones de monopolio, aunque el poder real siguió concentrado en pocas manos.

La revolución cultural

Lee Kun-hee, hijo de Byung-chul, asumió la presidencia de Samsung Group a los 45 años. Percibía que la empresa estaba estancada en un modelo de volumen alto y calidad baja. Tras un viaje por Europa, especialmente a Alemania, lanzó el programa “New Management Initiative”.

Lee proclamó que cambiaría todo excepto las familias de los empleados. Se centró en tres pilares: calidad, diseño y precio competitivo, algo que contradecía la teoría de que solo pueden alcanzarse dos de esos tres pilares. Para materializarlo, contrató a diseñadores de Sony y Panasonic, fomentó el marketing deportivo global y eliminó prácticas burocráticas que frenaban la innovación.

Con esta filosofía, Samsung dejó de ser un fabricante anónimo para convertirse en líder mundial en tecnología. Sus memorias y procesadores comenzaron a abastecer incluso a Apple. Samsung fabricó el CPU más rápido del mundo en su momento y sus productos se ubicaron consistentemente entre los más vendidos de cada categoría.

Escándalos, crisis y reinvención constante

La trayectoria de Samsung también estuvo marcada por escándalos: sobornos, manipulación de acciones y fraudes fiscales. Lee Kun-hee enfrentó múltiples condenas (que casi siempre acabaron en penas reducidas o indultos), demostrando la impunidad que caracterizaba a los chaebol.

Durante la crisis asiática de 1997, Samsung aprovechó para reducir personal y enfocarse en sectores clave. Vendió subsidiarias, recortó 50,000 empleos y pasó de 80 a 45 filiales. Esta estrategia reforzó su liderazgo en telefonía móvil y semiconductores.

El episodio del Galaxy Note 7 en 2016, que explotaba en pleno vuelo, evidenció riesgos persistentes. Aun así, Samsung supo reponerse, reafirmando su cultura de adaptación radical y enfoque en innovación.

Samsung en el siglo XXI: gigante indiscutible

En 2001, Samsung superó a Hyundai como el conglomerado más grande de Corea del Sur. Para 2003, sus ventas alcanzaron 36,400 millones de dólares y era el segundo mayor fabricante de chips del mundo.

Para 2023, Samsung reportaba ventas por 194,000 millones de dólares y representaba cerca del 22% del PIB coreano. Con 270,000 empleados en 46 países, la compañía consolidó su presencia en smartphones, semiconductores, electrodomésticos y más.

La rivalidad con Apple es feroz y se alternan el liderazgo trimestral en smartphones. La empresa también ha extendido su presencia a grandes eventos, patrocinando Juegos Olímpicos y la Copa del Mundo, y apareciendo en producciones cinematográficas, consolidando su posición como una de las cinco marcas más valiosas del mundo.

Una historia marcada por poder, política y cultura

Samsung no es solo una empresa: es un reflejo del capitalismo coreano y de cómo un país empobrecido logró transformarse en una potencia exportadora. Sin embargo, este éxito vino acompañado de profundos desequilibrios.

El acceso exclusivo al crédito y a las oportunidades consolidó a los chaebol como dueños de la economía. A pesar de que podrían parecer generadores de empleo masivo, solo el 10% de los coreanos trabaja en estos conglomerados, mientras el resto enfrenta mercados limitados y una cultura que desprecia a las pequeñas empresas.

Además, existe un “regla no escrita” que protege a los altos ejecutivos: penas máximas de tres años y libertad condicional de cinco, independientemente del delito. Casos como el de la joven empleada Hwang Yu-mi, quien desarrolló leucemia manipulando químicos y recibió una indemnización ridícula, ilustran los extremos a los que puede llegar este poder.

Una familia, un imperio, un legado

La historia de la familia Lee está llena de episodios dignos de un drama televisivo. Desde el hijo mayor que traicionó al patriarca, hasta la hija que renunció a su herencia por amor a un guardaespaldas, solo para descubrir violencia y traiciones.

La familia sigue dividiendo y disputando el control de las decenas de subsidiarias. Samsung Electronics, el brazo más valioso, quedó bajo control de Lee Jae-yong, nieto del fundador. Aunque enfrenta condenas y acusaciones, su poder continúa intacto.

En definitiva, Samsung es mucho más que electrónica: es la encarnación del crecimiento meteórico, la resiliencia, las relaciones peligrosas con el poder y los dilemas éticos de un país que se reinventó a un costo humano y social altísimo.

Chisme Corporativo - Samsung

10 mejores prácticas de negocio que aprendemos de Samsung

  1. La diversificación estratégica puede ser una ventaja clave
    Samsung mostró que no siempre es necesario enfocarse en un solo producto o industria. Una estrategia de expansión bien planeada, con subsidiarias y negocios complementarios, puede reducir riesgos y crear nuevas oportunidades de crecimiento.
  2. El control del flujo de inventario es esencial para sobrevivir en mercados volátiles
    Desde sus inicios en el comercio de arroz, Samsung entendió la importancia de comprar en precios bajos y vender en altos, un principio básico para garantizar márgenes y estabilidad financiera.
  3. Las relaciones con el gobierno pueden definir el éxito o fracaso empresarial
    La historia de Samsung evidencia que el apoyo estatal y las conexiones políticas influyen decisivamente en la supervivencia y el crecimiento, especialmente en economías en desarrollo.
  4. Adaptar la cultura empresarial es fundamental para evolucionar
    La transformación cultural impulsada por Lee Kun-hee demostró que romper con tradiciones y estructuras rígidas puede convertir una empresa local en un jugador global.
  5. La inversión en calidad y diseño puede redefinir la percepción de marca
    Pasar de productos de bajo costo y baja calidad a estándares internacionales permitió a Samsung competir con gigantes como Apple y posicionarse como líder en innovación.
  6. Integrar verticalmente fortalece la independencia y el control del producto
    La decisión de fabricar sus propios componentes críticos (como semiconductores) permitió a Samsung evitar dependencias externas y asegurar ventajas competitivas en tecnología.
  7. Reaccionar rápidamente a las crisis puede convertir desafíos en oportunidades
    Durante la crisis financiera asiática, Samsung recortó negocios secundarios y redujo su estructura para reforzar sus áreas clave, saliendo más fuerte y consolidada.
  8. Tener claridad en el foco estratégico asegura sostenibilidad a largo plazo
    A pesar de operar en múltiples sectores, Samsung supo priorizar el desarrollo de tecnología y electrónica, asegurando liderazgo en áreas de mayor proyección global.
  9. El desarrollo y retención de talento son determinantes para la innovación
    Samsung atrajo a los mejores diseñadores y técnicos del mundo, mostrando que invertir en personas clave acelera la transformación y el crecimiento.
  10. Reinventarse continuamente es vital para sobrevivir en mercados globales
    Samsung pasó por múltiples “muertes empresariales” y resurgimientos, ilustrando que la capacidad de reinventarse es uno de los factores más poderosos para sostener un imperio en el tiempo.