A finales de los años 80, cuando la industria de los semiconductores comenzaba a consolidarse, Intel ya dominaba el mercado global de microprocesadores. AMD, fundada por exempleados de Fairchild Semiconductor, compartía un origen común con Intel pero ocupaba un rol secundario como fabricante bajo licencia. Esta relación mutó rápidamente cuando AMD comenzó a adquirir capacidades para desarrollar tecnología propia.
Intel, recelosa, reaccionó con tácticas agresivas, incluyendo pagos a fabricantes para que evitaran los chips de AMD, según múltiples denuncias. A partir de entonces, ambas compañías se enfrascaron en una disputa legal y comercial de décadas, marcada por demandas antimonopolio, boicots encubiertos y lanzamientos tecnológicos que se respondían mutuamente. Esta rivalidad histórica se convirtió en uno de los duelos más emblemáticos del sector tecnológico.
La era de la confusión estratégica
Entre 2006 y 2012, AMD atravesó una etapa crítica. La adquisición de ATI Technologies en 2006, por 5,400 millones de dólares, fue una apuesta ambiciosa que buscaba posicionar a AMD como líder en gráficos por computadora. Aunque esa estrategia anticipó el auge del gaming y la inteligencia artificial, también comprometió las finanzas de la empresa.
Además, la empresa operaba simultáneamente como diseñadora y fabricante, lo que elevaba su complejidad operativa. Su línea de productos mostraba avances como las APUs, que integraban CPU y GPU en un solo chip, pero también fracasos notorios por falta de ejecución.
La arquitectura Bulldozer, por ejemplo, fue duramente criticada por su bajo rendimiento. AMD no lograba sostener una línea clara de desarrollo ni convencer al mercado. Mientras tanto, Intel afianzaba su dominio con sus procesadores Core, más eficientes y potentes. La percepción generalizada era que AMD era una empresa caótica, sin norte ni liderazgo.
La llegada de Lisa Su y el inicio de la transformación
En 2012, AMD contrató a Lisa Su como directora técnica asistente del CEO. Nacida en Taiwán y criada en Nueva York, Su tenía un impresionante historial académico: licenciatura, maestría y doctorado en ingeniería eléctrica por el MIT. Había trabajado en IBM y Texas Instruments, donde forjó una reputación como ingeniera rigurosa y estratega capaz.
Su perfil técnico y su visión estratégica rápidamente llamaron la atención, y en 2014 fue nombrada CEO. Su llegada coincidió con el momento más delicado de AMD: sus acciones cotizaban a 3 dólares, tenía una deuda de 2,500 millones, y el 90% de sus ingresos dependía de un mercado en declive como el de las PCs. Su misión era titánica: rescatar a una empresa fragmentada y redirigirla hacia un modelo sostenible y competitivo.
Reconstrucción con foco, calidad y alianzas estratégicas
Lisa Su articuló un plan de rescate en tres ejes fundamentales. Primero, elevar la calidad técnica de los productos. Redujo drásticamente la dispersión tecnológica y enfocó la investigación en arquitectura de alto rendimiento, especialmente en Zen, una plataforma modular diseñada para escalar tanto en laptops como en supercomputadoras.
Segundo, forjar alianzas estratégicas sólidas. Negoció acuerdos con Microsoft y Sony para personalizar los chips de sus consolas, colaboró estrechamente con AWS y Microsoft Azure en centros de datos, y eligió a TSMC como principal fabricante, desplazando a GlobalFoundries, la antigua división de manufactura de AMD.
Tercero, simplificar la estructura interna de la empresa. Reorganizó equipos, creó unidades autónomas como Radeon Technologies Group y promovió una cultura de agilidad, rendición de cuentas y transparencia. Estas medidas transformaron radicalmente la operativa de AMD, devolviéndole cohesión y capacidad de ejecución.
La arquitectura Zen: el punto de inflexión tecnológico
Zen fue más que una nueva arquitectura de CPU: fue el símbolo del renacimiento de AMD. Llamada así por su enfoque modular y armónico, reemplazó a Bulldozer con un diseño que aumentaba el rendimiento por ciclo y la eficiencia energética. Los procesadores Ryzen para consumidores y EPYC para servidores, ambos basados en Zen, ofrecían un desempeño comparable al de los mejores chips de Intel, pero a precios sustancialmente menores.
El lanzamiento fue un hito: AMD redujo el costo de los chips insignia de la competencia de más de 1,000 a menos de 500 dólares. La acogida fue inmediata: gamers, desarrolladores y grandes corporativos comenzaron a migrar hacia AMD. Zen demostró que AMD no solo podía competir, sino liderar en tecnología.
En 2022, superó por primera vez a Intel en valor de mercado, alcanzando los 200 mil millones de dólares. Ese momento marcó el reconocimiento oficial de que AMD había regresado para quedarse.
Un liderazgo asertivo y transformacional
El estilo de liderazgo de Lisa Su no solo transformó productos, sino la esencia misma de AMD. Exigente, meticulosa y profundamente involucrada en la estrategia técnica, Su instaló una cultura de alto rendimiento con base técnica. Era común que enviara correos a las 2 a.m. esperando respuestas inmediatas, organizara juntas los fines de semana y revisara personalmente decisiones clave de diseño.
Pero también promovió una cultura organizacional inclusiva, centrada en la colaboración y la claridad de propósito. Instituyó canales de comunicación directa entre ejecutivos y empleados, y fomentó una cultura de innovación sostenida. Las decisiones ya no eran impulsivas, sino alineadas a una visión compartida. En una industria donde el talento es escaso y altamente cotizado, AMD se convirtió en un empleador deseado. La transformación cultural fue paralela al avance tecnológico, y ambas se reforzaron mutuamente.
El renacimiento financiero y reputacional
Para 2024, los frutos de la transformación eran evidentes. AMD alcanzó una participación del 34% en ingresos del mercado de servidores, frente al 2% que tenía en 2018. En CPUs de escritorio logró el 28.7% y en laptops el 23.3%. Superó a Intel en ingresos en centros de datos: 3,549 millones frente a 3,300 millones.
Ryzen y EPYC se convirtieron en marcas reconocidas globalmente. AMD pasó de ser la “opción barata” a ser la preferida por su rendimiento. Lisa Su fue reconocida como CEO del año por Time, mientras su fortuna personal superaba los 1,300 millones de dólares. El mercado, antes escéptico, ahora veía a AMD como una empresa confiable, innovadora y con un futuro prometedor. Su renacimiento no solo fue financiero, sino reputacional, consolidando su estatus como uno de los gigantes tecnológicos de la década.
La historia de AMD es una lección ejemplar de estrategia empresarial, visión tecnológica y liderazgo transformador. De ser una empresa al borde del colapso, pasó a desafiar a los gigantes del sector gracias a decisiones valientes, una reestructuración profunda y una apuesta decidida por la calidad técnica.
Lisa Su demostró que un liderazgo con formación técnica puede ser más eficaz que uno meramente administrativo en industrias de alta complejidad. Con una arquitectura innovadora, una cultura organizacional regenerada y una red de alianzas globales, AMD no solo resurgió, sino que se posicionó como referente. En un entorno donde el cambio es la constante, su historia es una brújula para quienes aspiran a liderar la disrupción en cualquier industria.

10 mejores prácticas de negocio de la historia de AMD
- Identifica el momento de especializarte
La decisión de AMD de abandonar la fabricación para concentrarse en el diseño fue clave. En sectores altamente técnicos, enfocarse en lo que se hace mejor puede salvar a una empresa del colapso. - Contrata líderes con formación técnica en industrias técnicas
Lisa Su no era una CEO tradicional. Su perfil técnico le permitió entender profundamente el negocio, anticipar tendencias y tomar decisiones estratégicas desde la raíz tecnológica. - Enfócate en productos de alta calidad antes que en la diversificación apresurada
En lugar de continuar una estrategia dispersa, AMD apostó por lanzar menos productos, pero de altísimo rendimiento y calidad. Esta decisión fue fundamental para reposicionar su marca. - Rediseña la arquitectura de negocio si el modelo actual no funciona
AMD reformuló completamente su estructura organizativa: creó unidades independientes, rediseñó sus ciclos de desarrollo y promovió una cultura de transparencia y enfoque técnico. - Forja alianzas estratégicas en lugar de solo vender productos
En lugar de ser un proveedor más, AMD buscó convertirse en socio clave de empresas como Microsoft, Sony, AWS y TSMC, lo que garantizó ingresos sostenibles y desarrollo conjunto. - Aprovecha las crisis como punto de inflexión para transformar la empresa
Cuando AMD estaba a punto de desaparecer, las decisiones más radicales resultaron ser las más acertadas: recortes, rediseño organizacional y redefinición del propósito corporativo. - Adopta ciclos agresivos de innovación con planificación realista
Lisa Su estableció un ritmo disciplinado de lanzamientos: nuevos GPUs cada año y CPUs cada 18 meses. Esta previsibilidad generó confianza en clientes e inversionistas. - Construye una cultura empresarial con claridad estratégica y propósito compartido
Parte del éxito de AMD radicó en que todos dentro de la organización entendían hacia dónde iban. La cultura de colaboración, exigencia y visión común fue restaurada desde arriba. - Convierte la reputación técnica en una ventaja competitiva
AMD pasó de ser una marca percibida como de bajo costo a convertirse en líder en rendimiento y eficiencia, sin perder su ventaja en precios. La reputación técnica fue clave en ese viraje. - Transforma tu empresa desde la estrategia, no desde la táctica
El cambio no fue solo de productos o marketing, sino del modelo de negocio completo. Lisa Su pensó en la empresa como un todo integrado y corrigió desde la raíz cada componente crítico.