Estée Lauder en la búsqueda de una nueva identidad

Durante varias décadas, Estée Lauder fue sinónimo de lujo silencioso. Sus marcas hablaban por sí mismas: Clinique se recetaba en clínicas dermatológicas, MAC era usada por celebridades, y La Mer se convirtió en un objeto de culto. Esta hegemonía pareció inquebrantable, hasta que en 2024 la compañía sufrió un desplome en sus acciones superior al 50%. Las ventas globales cayeron y el mercado comenzó a preguntarse si la reina del skincare premium había perdido su trono.

En medio de este derrumbe, una figura inesperada entró en escena: Michael Burry, el inversor que predijo la crisis de 2008, duplicó su inversión en Estée Lauder. Su movimiento despertó intriga en Wall Street. ¿Qué sabía él que el resto del mercado no veía?

Una joven obsesionada con la belleza

Estée Lauder nació en Queens, Nueva York, en 1908. Hija de inmigrantes húngaros, creció en la parte trasera de una ferretería, fascinada desde niña con los rostros y el cuidado facial. Su tío, un químico llamado John Schotz, le enseñó a preparar una crema facial que contenía aceites y fragancias naturales. Estée se convirtió en una vendedora extraordinaria: untaba personalmente la crema a sus clientas y les pintaba una escena de lujo cotidiano. Su enfoque era emocional y sensorial. “Si prueban mi crema, me la compran”, afirmaba.

En los años 30 y 40 desarrolló su propio canal de ventas, visitando salones de belleza, hospitales y clubes sociales. Regalaba muestras y establecía relaciones personales. Fue pionera del muestreo gratuito como herramienta de conversión. Su marketing directo y disruptivo sentó las bases de toda la industria de la belleza moderna.

De la cocina a Saks Fifth Avenue

En 1946, Estée fundó oficialmente la marca junto a su esposo, Joseph Lauder. Fabricaban cuatro productos desde la cocina de su casa, hasta que tres años después lograron colocar sus cosméticos en Saks Fifth Avenue. Su técnica para lograrlo fue ingeniosa: organizó “conferencias de belleza” cerca de la tienda para crear demanda falsa. Las asistentes, encantadas, entraban a Saks preguntando por sus productos. Incluso, cuando una tienda de lujo se negó a vender su perfume, Estée rompió una botella en el suelo para que el aroma atrajera clientas. Días después, la tienda llamó pidiendo inventario.

El primer gran éxito de ventas fue Youth Dew, un aceite de baño que también funcionaba como fragancia. Era asequible pero aspiracional, y empoderaba a las mujeres a comprarse perfumes para uso diario, rompiendo la idea de que eran regalos exclusivos de hombres. Este producto llegó a representar el 80% de las ventas de la compañía.

La mente creativa y el cerebro estratégico

Aunque Estée era el alma creativa, la empresa no creció sola. En los años 50 se unió su hijo Leonard Lauder, quien aportó una visión corporativa. Leonard profesionalizó la operación: expandió a tiendas fuera de Nueva York, entrenó consultoras de belleza con manuales de servicio y convirtió cada contacto con la marca en una experiencia de lujo.

Esta dupla madre-hijo fue clave. Ella se enfocaba en el producto y la comunicación emocional; él, en escalar la experiencia. Leonard transformó la venta personalizada en un modelo replicable y eficiente, sin traicionar el espíritu artesanal de su madre. La sinergia entre ambos cimentó un negocio que dominaría el mercado por décadas.

Clinique: la marca que dividió a madre e hijo

En 1968, Leonard lanzó Clinique, el primer gran spin-off de la compañía. A diferencia de los productos tradicionales, era una marca sin fragancia, médica, pensada para pieles sensibles. Esta innovación generó tensiones internas: Estée temía que sugerir una línea dermatológica implicaba que sus productos tradicionales eran dañinos. Pero Leonard argumentó que eran segmentos distintos.

El éxito le dio la razón. Clinique creó una identidad visual médica, desde el empaque hasta los uniformes de sus asesoras. La marca demostró que un conglomerado podía manejar varias submarcas sin canibalizarlas. Este modelo sería replicado por gigantes como LVMH o Unilever.

Arquitectura de marcas: diversificación y apuestas arriesgadas

El modelo de arquitectura de marcas de Estée Lauder se expandió de forma agresiva. Algunas propuestas, como Prescriptives o Origins, buscaban personalización o sostenibilidad. No todas sobrevivieron. Otras, como MAC, Bobbi Brown y La Mer, fueron adquisiciones exitosas, aunque con filosofías opuestas a la casa matriz.

MAC, por ejemplo, venía del mundo drag y del arte experimental. Bobbi Brown representaba sobriedad y elegancia natural. La Mer, con su historia de cremas milagrosas creadas por un científico de la NASA, simbolizaba el lujo extremo. La compañía consolidó su poder a través de marcas dispares, lo que le permitió abarcar desde adolescentes hasta clientas de ultra lujo.

El imperio del retail y la guerra por los espacios

Estée Lauder fue la dueña del piso de ventas de las tiendas departamentales. Con múltiples marcas, acaparaba espacio y visibilidad. Antes del e-commerce, quien dominaba el mostrador dominaba el mercado. Leonard apostó por publicidad agresiva. Cuando L’Oréal intentó bloquear a la marca en revistas como Cosmopolitan, él compró todos los espacios publicitarios para asegurarse presencia.

El lujo también se transmitía en la experiencia de compra: consultoras entrenadas, ambientación sofisticada, olor característico. Cada detalle estaba diseñado para inducir deseo. La empresa no era masiva, sino aspiracional, cuidando que sus productos y marcas mantuvieran un halo de exclusividad.

Expansión global y el canal Travel Retail

Con la llegada de Fabrizio Freda como CEO en 2009, la compañía inició una fase de globalización. Asia se volvió el principal mercado y el canal de Travel Retail (ventas en aeropuertos) se convirtió en estrella. En 2019, la empresa vendía más de 14,800 millones de dólares, con un margen bruto del 70% y presencia en 150 países.

La cartera de marcas incluía desde Aveda hasta The Ordinary, pasando por Tom Ford Beauty, Smashbox y Jo Malone. Estée Lauder no era solo una marca; era un ecosistema de lujo y cuidado personal con oferta para todos los segmentos.

El declive y la tormenta perfecta

La pandemia marcó un punto de inflexión. El Travel Retail, que representaba más del 25% de las ventas, colapsó con el cierre de aeropuertos. Nunca se recuperó del todo. A esto se sumó el cambio del consumidor chino, que pasó de buscar herencia a demandar velocidad e inmediatez, impulsado por TikTok y marcas coreanas.

Los ciclos largos de producto de Estée Lauder quedaron obsoletos. Para 2025, el margen operativo cayó del 16% al 10%, y las ganancias del tercer trimestre se desplomaron 42%. Las tiendas dejaron de hacer pedidos por exceso de inventario. La definición misma de lujo comenzó a cambiar, y marcas como Rare Beauty o e.l.f. impusieron nuevas reglas.

La respuesta: “Beauty Reimagined”

En 2025, la empresa lanzó un plan de reestructuración llamado “Beauty Reimagined”: despidieron al 10% del personal global (7,000 personas), reorganizaron sus marcas y apostaron por eficiencia y digitalización. Implementaron inteligencia artificial para manejo de inventario y marketing personalizado, se integraron a Amazon y TikTok Shops.

Por primera vez, una empresa que siempre evitó canales masivos adoptó estrategias agresivas de comercio electrónico. Aunque el margen bruto mejoró, el volumen de ventas aún se mantenía bajo. La industria no terminaba de confiar en su recuperación.

Michael Burry vuelve a apostar

En marzo de 2025, Michael Burry duplicó su inversión en Estée Lauder, alcanzando 200,000 acciones. Este fue su único movimiento relevante en ese periodo. Conocido por su escepticismo y apuestas en corto, su interés renovado generó debate: ¿estaba viendo una oportunidad de oro o simplemente errando de nuevo?

Burry también estaba apostando en corto contra empresas tecnológicas chinas como Alibaba y JD.com. Su cartera era poco diversificada, pero algunos analistas creen que podría tener razón otra vez. La duda persiste: ¿ve en Estée Lauder un potencial de recuperación estructural?

Presente incierto, marcas que resisten

Hoy, Estée Lauder ya no lidera, pero tampoco ha desaparecido. Se encuentra en un limbo donde debe reinventarse o resignarse a una lenta decadencia. Algunas marcas como La Mer o Clinique siguen vivas, pero no dominan. MAC ha perdido su peso cultural y Too Faced ya no es la favorita de las adolescentes.

El consumidor actual es más consciente del marketing y el precio. En tiempos de recesión, prioriza calidad a buen precio sobre lujo aspiracional. Otras marcas ofrecen productos similares a una fracción del precio. Si Estée Lauder no acelera sus ciclos y relanza con impacto, su relevancia seguirá cayendo.

Estée Lauder no es solo una marca, sino una constelación de submarcas dispares. Tiene en sus manos un arsenal de productos valiosos, pero debe adaptarse al nuevo paradigma: velocidad, autenticidad, digitalización. Las oportunidades están allí, pero el margen de error es mínimo.

El éxito pasado no garantiza el futuro. A medida que el concepto de lujo se redefine, Estée Lauder debe decidir si quiere liderar esa transformación o quedar atrapada en la nostalgia de su legado.

Chisme Corporativo - Estée Lauder

10 mejores prácticas de negocio del caso de Estée Lauder

  1. Construir marca desde la experiencia personalizada
    Estée Lauder convirtió el contacto uno a uno con el cliente en su mayor ventaja. Aplicar productos en persona, narrar sensaciones y crear deseo sensorial fue una técnica que generó fidelización y ventas. Personalizar la experiencia sigue siendo una estrategia poderosa, incluso en entornos digitales.
  2. Aprovechar el poder del muestreo gratuito
    Estée Lauder fue pionera en el uso de muestras como herramienta de conversión. Esta práctica no solo introduce el producto, sino que también elimina barreras de compra y genera confianza, especialmente en productos de alto valor.
  3. Pensar en distribución de forma creativa y estratégica
    Desde conferencias improvisadas hasta tácticas para crear demanda en tiendas departamentales, la marca utilizó el ingenio para abrir canales. Innovar en la forma de llegar al punto de venta puede marcar la diferencia en industrias saturadas.
  4. Separar marcas para atender distintos segmentos
    La creación de Clinique como marca separada permitió dirigirse a un público más técnico sin dañar la imagen aspiracional de Estée Lauder. Esta arquitectura de marcas, con identidades claras y segmentadas, es clave para evitar canibalización y ampliar mercado.
  5. Escalar sin perder el alma del producto
    Leonard Lauder convirtió la atención personalizada en un proceso escalable sin desvirtuar la esencia de la marca. Lograr esto requiere sistemas bien diseñados, formación del personal y coherencia en todos los puntos de contacto con el cliente.
  6. Diversificar con sentido estratégico
    El grupo expandió su portafolio con marcas que cubrían desde lo experimental hasta lo clásico. Esta diversidad les permitió amortiguar crisis en segmentos específicos. Diversificar, pero con un hilo conductor claro, es una fórmula de resiliencia empresarial.
  7. Entender el lujo como una experiencia completa, no solo como producto
    Desde el olor del mostrador hasta el uniforme de las asesoras, todo en Estée Lauder transmitía lujo. Las marcas deben pensar en cómo cada detalle construye percepción y valor, especialmente cuando el precio es elevado.
  8. Anticipar cambios culturales y tecnológicos
    El estancamiento vino cuando la empresa no pudo adaptarse al nuevo consumidor digital, ni a la velocidad de TikTok y las marcas virales. Detectar y actuar sobre los cambios de comportamiento es vital para mantenerse relevante.
  9. Reaccionar con velocidad y reestructuración valiente
    El plan “Beauty Reimagined” implicó despidos, digitalización y alianzas impensables como Amazon y TikTok. Ante la crisis, responder con decisiones audaces y sin apego al pasado puede ser la única vía de supervivencia.
  10. Invertir en tecnología y eficiencia sin perder el enfoque humano
    El uso de inteligencia artificial para inventario, marketing personalizado y lanzamientos rápidos muestra cómo la tecnología puede ser aliada. Sin embargo, su implementación debe conservar el enfoque en la experiencia del cliente.