La historia de TSMC no puede entenderse sin adentrarse en la vida de Morris Chang. Nacido en China en 1931, Chang vivió una infancia marcada por la inestabilidad política y la pobreza. Su familia se vio forzada a huir constantemente para escapar de guerras y conflictos, pasando por Hong Kong y Shanghai. Esta infancia nómada forjó en Chang una resistencia inquebrantable y un carácter disciplinado, rasgos que más tarde serían esenciales para liderar una de las compañías más importantes del planeta.
A los 18 años, impulsado por un tío que vivía en Boston, Chang emigró a Estados Unidos. Entró en Harvard, inicialmente interesado en literatura, lo que revela su sensibilidad y deseo creativo. Sin embargo, la necesidad de estabilidad económica y su instinto pragmático lo llevaron a cambiarse al MIT para estudiar ingeniería mecánica, donde también completó una maestría. Este cambio de dirección reflejó su capacidad para tomar decisiones estratégicas, incluso a nivel personal.
Al no aprobar el examen para el doctorado, Chang optó por incorporarse al mundo laboral, demostrando una vez más su resiliencia. Este episodio inicial puso a prueba su habilidad para adaptarse a fracasos y transformarlos en oportunidades, un patrón que definiría su carrera.
Una carrera transformadora y una oportunidad decisiva
El primer gran giro en la carrera de Chang llegó cuando decidió aceptar un empleo en Sylvania Semiconductor por una diferencia mínima en el salario frente a Ford, su “dream job”. Esta decisión, aparentemente menor, lo llevó a sumergirse en el naciente mundo de los semiconductores.
Tiempo después, Chang se unió a Texas Instruments (TI), que en ese momento era líder en tecnología para la industria petrolera y de gas. TI también era pionera en la fabricación de transistores y componentes electrónicos. Aunque Chang era ingeniero mecánico, su interés lo llevó a estudiar por las noches ingeniería eléctrica, asesorado incluso por un compañero alcohólico con quien compartía largas conversaciones técnicas en el bar de su hotel.
Su curiosidad incansable y dedicación lo llevaron a un hito fundamental: mejorar el rendimiento de los chips que fabricaba IBM, pasando de 0% a un 20% de funcionalidad. Este logro no solo cimentó su reputación, sino que demostró su habilidad única para conectar teoría y práctica.
Gracias a este éxito, Chang fue enviado a Stanford para completar un doctorado en tiempo récord: dos años y medio. Su respuesta sobre cómo lo logró (“me enfoqué”) encapsula su filosofía de vida.
Al volver, asumió la dirección del equipo de semiconductores y circuitos integrados de TI. Su estrategia innovadora de precios, “learning curve pricing”, ofrecía precios bajos mientras aprendían a producir los chips, aumentando gradualmente conforme perfeccionaban la tecnología. Esta táctica permitió atraer grandes clientes y posicionó a TI como el referente en el sector.
La barrera para convertirse en CEO y el regreso a Asia
A pesar de sus éxitos, Chang se topó con el llamado “techo de cristal” en Texas Instruments. Su sueño de convertirse en CEO se vio frustrado, probablemente por factores de discriminación racial y cultural, una realidad difícil de ignorar en la América corporativa de los años 80.
Después de una breve experiencia en General Instrument como director de operaciones, donde no logró adaptarse al segmento de productos de consumo, Chang enfrentó una crisis existencial. Con 54 años, reflexionó sobre su futuro: tenía suficientes recursos para retirarse y vivir con modestia, pero su espíritu inquieto y su pasión por los retos no le permitían abandonar el mundo empresarial.
En ese momento crítico, recibió la llamada de K.T. Li, un influyente funcionario taiwanés conocido por haber impulsado el desarrollo tecnológico del país. Li le ofreció liderar el Industrial Technology Research Institute (ITRI), con la misión de crear una industria de semiconductores en Taiwán.
La invitación no era negociable: el gobierno buscaba convertir a Taiwán, conocido entonces por productos baratos y plásticos de baja calidad, en un gigante tecnológico. La visión era transformar la isla en el “Silicon Valley del Este”. Chang aceptó, consciente de que se trataba de su última gran oportunidad para dejar un legado.
La creación de TSMC y su apuesta única
Durante un fin de semana, Chang diseñó el plan que definiría el futuro tecnológico global. En lugar de replicar el modelo estadounidense, donde las empresas diseñaban y fabricaban sus propios chips, propuso crear una empresa exclusivamente dedicada a la manufactura para terceros.
Chang entendió que Taiwán carecía de las capacidades y recursos para competir en diseño, pero tenía fortalezas en manufactura, eficiencia y costos bajos. Aprovechando la experiencia acumulada en el ITRI, la empresa TSMC se fundó con un 48% de participación estatal y un 52% privada, encabezada por Philips y empresarios taiwaneses.
Curiosamente, Chang no recibió acciones iniciales, pero con el tiempo compró participaciones con sus bonos. Su apuesta era arriesgada: convencer a grandes empresas de confiar la producción de sus chips a un tercero. En aquel entonces, esta idea era radical, ya que implicaba entregar el “corazón” de sus productos tecnológicos a un fabricante externo.
La decisión fue visionaria. Gracias a TSMC, startups que no podían costear fábricas multimillonarias pudieron enfocarse en diseño. Empresas como NVIDIA, al borde de la quiebra, sobrevivieron y prosperaron gracias a la capacidad de TSMC para fabricar chips con rapidez y calidad.
Una cultura corporativa que define el éxito
La clave del éxito de TSMC radica en su cultura corporativa. Desde el inicio, Chang impulsó una filosofía de servicio total al cliente, en la que la empresa se concebía como un socio y no simplemente un proveedor.
Esta mentalidad se consolidó en relaciones estratégicas, como la que Chang forjó con Jen-Hsun Huang, CEO de NVIDIA. Su vínculo trascendía lo profesional: compartían cenas informales de pizza y ensalada antes de discutir negocios, un gesto que fortalecía la confianza mutua.
Cuando TSMC cometió un error crítico en la producción de chips, Chang calculó personalmente la compensación justa y propuso pagar 100 millones de dólares a NVIDIA, consolidando una alianza a largo plazo. Este acto de transparencia y responsabilidad reforzó la reputación de TSMC como un socio fiable y ético.
Además, Chang destacó siempre la importancia de la cultura de trabajo intensa y comprometida. La empresa operaba 24/7, sin interrupciones, una mentalidad difícil de replicar en Occidente, donde el equilibrio entre vida laboral y personal es prioritario.
La tecnología detrás de los chips
Fabricar chips es un proceso que combina precisión extrema y costos desorbitados. La maquinaria especializada, en muchos casos provista por ASML (una empresa holandesa), puede costar hasta 200 millones de dólares por unidad. Estas máquinas requieren transporte especial en aviones de gran tamaño, logística cuidadosa y personal altamente entrenado para operarlas.
El proceso implica manipular materiales a escala nanométrica: TSMC desarrolla chips de hasta 1.4 nanómetros, mientras que un glóbulo rojo humano mide unos 7,000 nanómetros. Este nivel de miniaturización y potencia convierte la fabricación en un arte complejo y restrictivo.
La dependencia de un único proveedor de máquinas y la curva de aprendizaje extremadamente empinada convierten a TSMC en un monopolio virtual en el segmento más avanzado de semiconductores.
Geopolítica y el papel crítico de Taiwán
Taiwán ocupa un lugar estratégico en la disputa entre China y Estados Unidos. Aunque solo 12 países reconocen formalmente a Taiwán como nación, la isla funciona como un Estado independiente, con su propia Constitución, moneda y ejército.
China, por su parte, considera a Taiwán una provincia rebelde y mantiene la intención de “reunificación”, incluso por la fuerza si fuera necesario. Estados Unidos, bajo la política de “una sola China”, no reconoce oficialmente a Taiwán, pero mantiene un tratado que lo obliga a proveer armas defensivas en caso de ataque.
Este delicado equilibrio convierte a TSMC en un actor geopolítico esencial. La dependencia global de sus chips otorga a Taiwán un poder de negociación único, convirtiéndose en un escudo frente a las aspiraciones expansionistas de China.
Las tensiones y los intentos de mudanza de la fabricación
La pandemia evidenció la vulnerabilidad de las cadenas de suministro globales, especialmente en la industria automotriz y electrónica. Estados Unidos ha tratado de mitigar esta dependencia mediante la “CHIPS Act”, destinando 39,000 millones de dólares para incentivar la fabricación local.
Sin embargo, trasladar la producción a suelo estadounidense enfrenta enormes desafíos: costos operativos elevados, falta de cultura de manufactura intensiva y resistencia de la mano de obra a largas jornadas sin balance laboral. Chang, con su visión pragmática, ha señalado que producir chips en Estados Unidos no solo sería económicamente inviable, sino que pondría en riesgo la competitividad global.
Propuestas como adquirir fábricas de Intel, construir nuevas plantas en Arizona o establecer “joint ventures” con empresas locales no logran resolver las barreras tecnológicas y culturales. Además, Taiwán no tiene incentivos para compartir su “know-how” y arriesgar su posición estratégica.
Un futuro incierto entre eficiencia y poder
El surgimiento de actores chinos como DeepSeek, que asegura haber desarrollado modelos avanzados de inteligencia artificial con chips de generaciones anteriores y a una fracción del costo, abre interrogantes sobre el futuro.
Aunque se cuestiona la veracidad y transparencia de estos logros, su impacto es innegable: sugieren la posibilidad de un mercado más abierto y competitivo. Algunos analistas prevén una democratización de la tecnología, donde nuevas startups puedan innovar sin necesidad de inversiones gigantescas. Otros, en cambio, anticipan un refuerzo del poder concentrado en pocos actores, transformando la tecnología en un arma de influencia política.
La realidad probablemente combine ambas visiones: un ecosistema cada vez más complejo y fragmentado, donde la innovación y la geopolítica están entrelazadas.
La historia de Morris Chang y TSMC ofrece una lección trascendental: nunca es tarde para innovar y dejar una huella profunda. Fundar una empresa clave para la economía y la política global a los 55 años es un recordatorio poderoso de que la ambición y la visión no tienen fecha de caducidad.
Más allá de los logros empresariales, la narrativa de TSMC subraya el valor de la cultura corporativa, la capacidad de adaptación y el coraje de apostar por lo diferente. En un mundo donde la tecnología es el nuevo campo de batalla, TSMC emerge como el titán silencioso que sostiene el equilibrio de poder global, un gigante discreto cuyo impacto trasciende fronteras y define el rumbo del siglo XXI.

10 consejos de negocio de la historia de TSMC
- Nunca es tarde para emprender o innovar
La historia de Morris Chang demuestra que fundar una empresa revolucionaria a los 55 años no solo es posible, sino que puede ser el momento ideal para aplicar toda la experiencia acumulada. - Aprovecha tus fortalezas locales y diferénciate
En lugar de copiar modelos existentes, como el de Silicon Valley, Chang adaptó la estrategia de TSMC a las ventajas competitivas de Taiwán, apostando por la manufactura para terceros. - El servicio al cliente como eje central
Construir relaciones profundas y de confianza con los clientes puede ser la clave del éxito a largo plazo, incluso cuando se cometen errores. La relación entre TSMC y NVIDIA es un ejemplo de cómo la honestidad y la transparencia fortalecen alianzas. - Desarrolla una cultura organizacional fuerte y coherente
Una cultura empresarial clara y consistente, enfocada en el compromiso y la excelencia operativa, puede ser más poderosa que cualquier estrategia de marketing. - Invertir en aprendizaje continuo y formación técnica
Chang estudió ingeniería eléctrica por su cuenta para dominar una nueva área, demostrando que invertir en educación y capacitación personal puede abrir grandes oportunidades. - Usa estrategias de pricing inteligentes y flexibles
El “learning curve pricing” implementado por Chang en Texas Instruments muestra que ofrecer precios bajos al inicio y subirlos conforme aumenta la experiencia puede atraer clientes y consolidar el negocio. - Sé pragmático y adapta tus objetivos a las circunstancias
Chang entendió cuándo retirarse de un camino que no funcionaba (productos de consumo) y cuándo aceptar una oportunidad inesperada (liderar el desarrollo tecnológico en Taiwán). - Anticipa la importancia de la colaboración global
La decisión de trabajar con empresas extranjeras y convertirse en un fabricante clave para todo el mundo posicionó a TSMC como un socio indispensable, no solo un proveedor. - Apuesta por la excelencia operativa para construir barreras de entrada
La complejidad técnica y la curva de aprendizaje de TSMC hacen que competir con ellos sea casi imposible. Enfocarse en la calidad y la sofisticación tecnológica puede ser un gran diferenciador. - Comprende la importancia de la geopolítica en los negocios globales
El caso de TSMC ilustra cómo la ubicación, la estabilidad política y las relaciones internacionales pueden determinar el éxito o fracaso de una empresa que opera en mercados globales.